En el todo o nada de la vida, me bebí el vaso. Preferí lo desechable y maravilloso a un eterno lleno de fallos. Devolví todas vuestras miserias pero en bandeja de plata. Con educación e inteligencia, me metí en sus cabezas, conocí a una tal “conciencia” y arramblé. Perdí el tiempo con tal de obtener su compañía y entre adverbios les enseñé como funcionaba mi morfología. ¿Para qué? Rompimos esquemas y barreras y joder ¡sorpresa! no nos esperaba nada. Se formó entonces el muro. Entre costillas, buscando posibles corazones, me entró la risa. No cambiéis por mí lo que no supisteis hacer bien en su momento. Más vale retirarse a tiempo a lamerse las heridas que contemplar las cicatrices de por vida. Y entre enigmas y suposiciones me quedo con las palabras de los sabios. “En el momento justo, antes alzar el vuelo, suelta lo que pese. Ya que lo que más llena suele ser lo más ligero” Y sin quererlo, sin saber qué coño estaba pasando… me conformé con lo ya vivido, sabiendo que todo estaba acabado.
ஹ
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